Seremos como el ChapuEs en
plano general largo y con paneo hacia la izquierda, la única manera de contarlo, dada la sorpresa, la imposibilidad de predecirlo, el cuadro que permite ver, entonces, pero darse cuenta después, luego del grito y la emoción, chiquito, abajo, los brazos de Sabella que se levantan a medida que la pelota viaja, sube y baja y, cuando empuja la red, el cuerpo inclinándose sobre la espalda, el rostro al cielo y el inmediato giro hacia el banco para el abrazo; el quite, antes, en ese mismo plano y el inmediato pedido de jugarla, dos delanteros frente a una defensa mal parada, y el Chapu, el mejor jugador del terreno no visible del fútbol, el modelo de aquello que pensamos que podríamos ser si pudiéramos, en medio de las recriminaciones al árbitro, los piques cortos a la yugular, los ojos inyectados en sangre, los rasgos durísimos, la sonrisa de hiena al acecho, ve piensa decide hundir el botín de papi entre la pelota y la alfombra, para que la cámara dibuje en el lento paneo a la izquierda lo que resta de terreno, el arquero a medio camino, la comba exacta acompañada por los brazos de Sabella, los dos gritos frente al televisor y el par de ojos que se despiertan para el festejo.